No se pueden olvidar los detalles cuando se quiere pensar en
grande. Es una cuestión de perspectiva.
La
dependencia, en sentido político, es una situación de sometimiento de una
comunidad nacional a otro estado, de modo que su voluntad se encuentra anulada
o limitada para tomar decisiones fundamentales. Se debe distinguir entre
dependencia política, dependencia económica, y dependencia cultural.
Yo quiero que
mi país y su gente sean independientes sin matices, y pueda ejercer el derecho
a decidir sobre todo lo que afecte a su vida. Quiero que la gente de mi país
sea independiente de los grupos de presión económicos y financieros sin patria.
Y no quiero la independencia para Catalunya si no hay un proyecto político
ambicioso que supere la macrocefalia de Barcelona, y tenga por objetivo el
equilibrio territorial y la equidad en el acceso a los servicios públicos para
todos los catalanes y catalanas, vivan donde vivan. Quiero un gobierno en la
Generalitat que sea realmente independiente y luche por la calidad de vida de
todos. Y no quiero depender de aquellos que tratan a mi país como una marca, y
hacen de sus principales signos identitarios un producto comercial.
El éxito
conseguido por la Asamblea Nacional de Catalunya, y por la Asociación de
Municipios por la Independencia, en la manifestación de la Diada, ha forzado un
punto de inflexión en la política catalana. Inflexión que debe posibilitar
eliminar la ambigüedad y el tacticismo de los discursos y relatos de la mayoría
minoritaria que está en el gobierno de la Generalitat.
Muchos
catalanes han salido a la calle estos últimos años para posicionarse también
sobre el futuro de Cataluña desde otra perspectiva. Empezando por la manifestación
contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, pasando por
las múltiples manifestaciones contra los recortes, hasta la gran manifestación
a favor de la Independencia. Sin embargo, mucha gente no se ha manifestado en
ninguna de las convocatorias. Algunos han asistido una vez o más, y si muchos
no han salido a la calle,ha sido porque no han encontrado motivos para
quejarse. Esta gente que se queda en casa, era bautizada por la maquinaria de
marketing del gabinete de Presidencia del gobierno de la Generalitat como
"la mayoría silenciosa". Aquella mayoría de gente que el presidente
Mas decía defender con tanta firmeza, otorgándose su representación sin manías
cuando infravaloraba y despreciaba las manifestaciones contra los recortes, ¿se
acuerdan?
Los partidos hoy en los gobiernos estaban ocupados desmantelando los servicios de salud y educación y los servicios sociales. Decían, para justificarse, que no había más remedio, que se encontraron la caja vacía y culparon a todos menos a los verdaderos causantes de la crisis. Mientras tanto, reducían los impuestos que afectaban a los catalanes más ricos. Estos posicionamientos les permitió ganar credibilidad en algunos sectores conservadores y les ha justificado poder pactar sin remordimientos nacionalistas ni soberanistas, con el PP.
El presidente
Mas, en su comparecencia ante la prensa del día después, nos dice que debemos
construir estructuras de Estado. ¿Cómo se puede hacer esta afirmación habiendo
desmontar los sistemas de salud, educación y protección social de carácter
público? ¿ De qué estructuras nos habla el Presidente?.
Está claro
que ha dejado en manos de la sociedad civil el rumbo del estado de cohesión
social, y apuesta por la beneficencia en lugar de impulsar una sociedad
cohesionada donde la salud y la educación sean los mejores signos identitarios
que puede tener Catalunya, y los han despreciado.
Sin
garantizar unos sistemas de financiación públicos de salud y educación de
calidadno puede haber libertad, ni progreso económico ni social para todos. Se
debe abandonar por todos los partidos políticos la ambigüedad respecto al
futuro de Catalunya. Han pasado dos años y nadie ha hecho bien los deberes,
teníamos herramientas para reconstruir el Estatuto dañado por el tribunal
constitucional a instancias del PP, y hemos oído pocas voces defendiendo esta
posibilidad frente a la ruptura. Tenemos la obligación de decir que es
necesaria una modificación de la Constitución para solucionar el encaje de
Cataluña en España. No quiero que mi país esté limitado por una Constitución ya
superada, que debe reformarse o cambiar, sin olvidar que el acuerdo político y
social que la hizo posible en 1978, nos facilitó la convivencia en momentos
tremendamente difíciles. Tampoco sería justo pasar página y dejar de lado que
nuestra joven democracia costó mucha sangre, sobre todo de los trabajadores y
trabajadoras que lucharon por la libertad en tiempos mucho más difíciles. Hay
que dar una oportunidad más a la convivencia con el Estado, pero ahora es
indispensable para los catalanes y catalanas que se les reconozca, -y sin
matices- el derecho a decidirlo libremente y sobre todo independientemente.
Quiero la
independencia de mi país y su gente para posibilitar que la política financiera
y económica del gobierno de Cataluña sea libre e independiente y esté al
servicio de todos los ciudadanos. Y que no pueda permitir, ni remotamente, que
un gobierno pretenda cambiar alcachofas por ruletas para generar empleo,
poniendo en peligro la calidad democrática y de gobernabilidad en convivencia
en Cataluña.
No se pueden olvidar los detalles cuando se quiere pensar en
grande. Es una cuestión de perspectiva.
Josep Maria
Sabaté Guasch
Diputado
socialista en el Parlamento de Cataluña